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viernes, 4 de enero de 2013

El ajuar de Anogrog | Rumbo a Obmur

Micro relato Rumbo a Obmur: Arpia

Un velo tapaba la cara de la muchacha. Nadie recordaba haberla visto sin él. Los mercaderes de Obmur, en sus viajes rumbo a la ciudad de Sidón, extendieron por todo el reino la creencia de que era la muchacha más bella que jamas había existido y que si depositaba su mirada sobre la tuya, cosa que nadie hasta el momento había conseguido, la felicidad se instalaba en tu destino inexorablemente. Su hermosura; aseguraban en sus charlas nocturnas al calor del fuego en el desierto los mercaderes, superaba con creces a la de la célebre Helena de Troya. El rumor, a lomos de Noto, se propagó por los confines del imperio y llegó a los oídos de un joven y apuesto guerrero llamado Aiprah, que moraba junto al mar en una pequeña y apacible aldea. Aiprah escucho la historia y cuando hubieron terminado de contársela, se encofró su armadura y sin decir nada a nadie partió rumbo a Obmur, cabalgando sin pausa en su caballo Osagep. Los dos jóvenes se encontraron  junto al río Xitse, - el tiempo se aletargó expectante - se miraron a la cara y mientras él sentía su corazón petrificarse, un relámpago de tormento partió en dos el alma de la joven.


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